Una amiga tiene la culpa. Ella lo empezó todo.

Las dos éramos profesoras de inglés; compartíamos piso y después de cenar nos contábamos cómo nos había ido con los alumnos y los ejercicios que habíamos preparado.

Una noche estábamos sentadas en los sofás marrones del salón cuando me dijo: “no sé si te das cuenta, pero últimamente te quejas un montón, de casi todo”.

“¡No puede ser! – me dije -. Yo, con lo que me esfuerzo por hacer las cosas bien… sólo estoy diciendo lo que no me gusta… no me estoy quejando.”

Pero era cierto y lo supe al instante.

Rebobiné la cinta de lo que había estado diciendo esta noche, la anterior y la otra y reconocí que llevaba meses lamentándome sobre las cosas difíciles del trabajo, sintiendo que yo estaba mal por culpa de otros y enfadada con el mundo (en general).

De esto hace ya más de 15 años, pero aún le agradezco a mi amiga que me abriera los ojos a lo que estaba haciendo; dolió pero mereció la pena. Y ella me lo dijo en vez de alejarse.

Cuando nos quejamos de forma sistemática es probable que los demás se alejen, físicamente o emocionalmente. Pueden quedarse a nuestro lado pero por dentro ponen distancia y el contacto se enfría.
¿Y si te pasa a ti algo parecido? ¿Y si te estás desahogando con tu gente una y otra vez, quejándote de tus circunstancias y no te estás dando cuenta?

Algunas personas incorporan la queja a su manera de relacionarse con el mundo y con los demás y no se dan cuenta de que lo están haciendo.

  • Si sospechas que tú eres uno de ellos mira si te pasa algo de esto: Te sientes humillado o aplastado por alguien; entonces te pones a la defensiva y acumulas motivos de resentimiento que luego sueltas hacia afuera.
  • Sientes que estás en desventaja frente a otras personas o que la vida es más dura contigo, entonces te sientes con derecho a decirlo porque lo tuyo “es peor”.
  • Eres generoso con los demás, das sin que te pidan y estás ahí para cuando hace falta una mano amiga. Cuando no recibes lo mismo (o algo parecido) te parece injusto y criticas a quien no te lo devuelve.
  • Crees que hay una manera de hacer las cosas correctamente; tú mismo eres correcto y cumples con las normas, así que cuando los demás no lo hacen te quejas abiertamente.

Estas formas de reaccionar son quejas más o menos encubiertas. Hay varias maneras de trabajarlas en terapia pero aquí te doy algunos antídotos para que los tengas a mano:

  • Recuerda que eres el protagonista y director de tu vida

    Como si de una película se tratara. Igual que Clint Eastwood en Sin Perdón o Gran Torino. No has venido aquí a hacer un papel secundario al servicio de un guión sino a tomar decisiones sobre lo que quieres y lo que no. La energía que gastas enfadándote o quejándote ponla al servicio de cambiar lo que no te gusta y que esté en tu mano.

  • Abre los ojos

    A veces, aunque te sientas una víctima de las circunstancias no lo eres: tienes una alternativa, sólo que no te das cuenta. Por ejemplo: haces un trabajo que no te gusta. Crees que no puedes dejarlo porque las cosas están muy mal como para arriesgar; así que cuando hablas con tus amigos te quejas una y otra vez sobre ello. Vale, puedes desahogarte un poco, pero después piensa que podrías dejarlo y arriesgar a buscar otro trabajo, irte a otro país… y que en realidad estás eligiendo no hacerlo ahora porque prefieres tener la seguridad de un sueldo. Es decir que eliges quedarte. Ya no eres víctima sino actor de tu situación.

  • Acepta que hay cosas y personas que son como son; no como a ti te gustaría que fueran

    Esto está fuera de lo que es tu círculo de control y querer cambiarlo te desgastará. Recuerda que en algunas ocasiones sí puedes hacer algo, estás en el círculo de influencia: el que intervengas no es garantía de que las cosas cambien, pero es más probable que lo hagan si actúas que si no lo haces.

  • Quizás te compensa quejarte

    Si te cuesta dejar de hacerlo es que tiene aún ventajas para ti y logras algo con ello: atención de los demás, seguridad de permanecer en lo conocido, no confrontar a otras personas… acéptalo y pon atención a lo que ganas haciéndolo.

Y tú ¿has logrado de alguna manera controlar la tendencia a quejarte? ¡Sería un gran logro! Te invito a compartirlo en los comentarios del blog y así todos podemos inspirarnos contigo.

Un abrazo y feliz película,

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