“Cuando lo conocí me enamoré al instante. Era moreno, fuerte, discreto, sabía un montón de cosas y siempre estaba a mi lado.
Nos fuimos a vivir juntos enseguida.
Me sorprendió lo bien que encajamos desde el principio: nos despertábamos a la vez, me compraba los periódicos cada día (sí, te lo prometo), me avisaba amablemente cada vez que me entraba un email… ¡me lo hacía tan fácil!
Cuando me llegaba alguna mala noticia él me animaba con alguna de sus distracciones: me abría mi juego online favorito o me recordaba que no estaba sola, que tenía un montón de amigas con quien podía chatear y pasar el mal trago.
También sabía cómo subirme la autoestima.
Con él estaba tan acompañada… hasta que empecé a darme cuenta de que algo iba mal.
Si no le tenía cerca me faltaba algo: me sentía sola, aislada del resto del mundo. Las cosas, así, sin que él interviniera, me aburrían. Los viajes en metro a casa se me hacían eternos.
Pero un día algo cambió:
Mi amiga, a quien conocía desde que íbamos a parvulitos, me invitó a comer. Después de arrebañar la salsa de mi risotto al fungui porcini y antes de que llegara el postre me dijo: “Mira, Marta, yo te tengo mucha confianza, ya sabes que te digo lo que pienso casi siempre.”
Abrí los ojos, parecía que la cosa era seria.
“Desde que estás con él ya casi no podemos hablar a solas. Cada vez que pasamos un rato juntas no dejas de mirarle. Estás pendiente todo el rato de si dice algo o no. Estás aquí pero te noto distraída. Ya no te siento presente aquí conmigo…
…por favor, deja ya de mirar tu Iphone”
Luego me dijo cómo me veía desde fuera y cómo se sentía ella cuando estaba conmigo.
Supe que tenía razón. Ese día empezó mi rehabilitación“.
La verdad de esta historia: estamos enganchados
Como puedes imaginarte esto me ha pasado a mí, yo era la amiga que invita al risotto :).
Me he inventado alguna cosa, además la trama es más larga y con otros matices; pero con esto tú ya me entiendes.
Te lo quería contar porque lo veo mucho a mi alrededor. Me preocupa cómo nos estamos distrayendo del presente con los móviles, internet y todo tipo de pantallas; cómo nos anestesiamos de lo que realmente es importante para nosotros (ya sea poner en marcha un proyecto, tener contacto real con otros o cuidarnos). Yo también me distraigo a veces y tengo que retomar la atención.
Sin embargo he visto que lo hacemos por una “buena razón”.
- Necesitamos dejar de pensar en lo que nos preocupa o nos asusta. Necesitamos distraernos de ese rumiar incómodo con el que nos encontramos cuando apagamos la luz al meternos en la cama.
- Necesitamos descansar de un trabajo que nos agota o nos pone tristes porque nos estamos olvidando de nuestros sueños.
- Necesitamos sentirnos acompañados y saber que los demás nos valoran cuando publicamos en facebook o twitter.
- Necesitamos olvidarnos por un momento de los problemas con la pareja, los hijos y los seres queridos.
- Necesitamos postergar esa tarea que nos cuesta abordar o que detestamos.
Pero yo te digo que si no escuchas lo que tu dragón necesita, lo calmas y lo acunas (sí, has leído bien, acunas) vas a seguir luchando contra él. *
En el próximo post te daré mis ideas para acunar al dragón y cambiar el hábito, este me estaba quedado demasiado largo. Espero que alguna te sea útil.
Cuéntame tú qué opinas. ¿Es algo común en tu entorno este tipo de enganche y tienes alguna sugerencia sobre cómo gestionarlo?
Un abrazo y hasta pronto.
*Esta metáfora es de mi querido terapeuta-clown Alain Vigneau.