Imagina esto: te has comprometido con un plan que parecía genial, pero despúes de unas semanas te das cuenta de que no lo quieres hacer. Ahora tienes que decírselo a la persona implicada pero te cuesta un montón hacerlo.

¿Te ha pasado alguna vez? A mí unas cuantas.

Hoy quiero compartir contigo una sencilla fórmula para poder cambiar de opinión de tal manera que:

1. sea fácil para ti

2. la otra persona te pueda entender bien.

Pero antes de nada déjame decirte dónde creo yo que nace el problema:

¿Dónde te atascas tú?

No hay ningún problema con meterse en asuntos que no te apetece hacer. Cuando lo pasamos mal es cuando nos atascamos en algún momento del proceso de cambiar de opinión.

Mira el proceso típico para ver dónde te sueles parar tú:

  1. Dices sí a un proyecto nuevo. Con tu colega de trabajo. O ya te has apuntado al viaje a Cádiz con tu grupo de amigos.
  2. Primeras señales: cuando piensas en ello comienzas a notar que algo no va bien. El plan no te hace tanta ilusión como al principio; al contrario, te inquieta. Si tienes suerte te llegan las…
  3. Segundas señales: Eso en lo que te has metido no es lo que quieres hacer. Te agobia. No te entiendes con tus amigos o no tienes energía para sacarlo adelante.
  4. Ahora ya lo sabes definitivamente. Quieres dejarlo, salirte, aplazarlo, cambiar el plan. ¡Respirar!. Has cambiado de opinión.
  5. Si pero… horror. Ahora toca decírselo a tu socio o a tu amigo, ¿Cómo lo vas a hacer? Lo peor es que se enfaden si se lo dices. Pero aún es peor seguir tal y como estás.
  6. Le das vueltas una y otra vez con pensamientos tipo: “¿cómo se lo digo, mejor no hago nada, ¿me estaré equivocando?

¿Qué puedes hacer para salir de un plan que no te gusta?

En mi opinión algo muy simple, aunque puede costar un poco:

Se transparente con el otro. Dile lo que te está pasando, sin medias tintas. Muéstrate todo lo honestamente que puedas.
Se transparente con los hechos súper-concretos que te asustan, te incomodan o te agobian.

Transparente con lo que te pasa a ti por dentro, lo que sientes, con las emociones que tienes, sin maquillar.

Transparente con lo que sí deseas, lo que necesitas para estar bien, con la dirección en la que van tus sueños.

Transparente con tus sentimientos por la otra persona: el miedo que tienes a dañar la relación o al proyecto común, a que te borre de su agenda.

Transparencia sin más, por respeto a ti mismo y por respeto al otro.
Puedes sentirte incómodo, patoso, expuesto, vulnerable o ridículo.
Pero recuerda aquella vez que alguien canceló una cita contigo, dejó un grupo en el que estabas o nunca te contestó a tu email.

¿No te has dicho a ti mismo? “Si sólo hubiera sabido por qué lo hizo… habría podido aceptarlo, perdonarlo o por lo menos pasar página“. Se lo habrías agradecido.

Yo, personalmente, sí.

¿Qué opinas tú?

¿Cuál es tu sugerencia para cuando uno ya ha cambiado de opinión y tiene que decírselo a los demás? Tienes tu espacio en los comentarios, más abajo. Nos vemos ahí.

¡Besos!

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