Simple.
Y también que una de las razones por las que van mal es porque nos cuesta comunicarnos; sobre todo cuando se trata de pedir. Tienes un problema, abres la boca, dices lo que piensas y (sin saber cómo) acabas discutiendo en vez de arreglándolo.
O callándote para no liarla más.
Frustrante, ¿no? – al menos para mí sí lo es – porque tú lo único que querías era dejar claro lo que te pasa y lo que necesitas.
¿Entonces qué ha pasado?
Desde mi experiencia, una de las posibilidades es que has pedido de manera poco eficaz. Así que hoy recopilo algunos errores en los que caemos al pedir y sugerencias que puedes hacer en su lugar. Quizás alguno ya te suene.
Pedir es sano
Si llevas un tiempo leyéndome habrás visto que en mis artículos recomiendo que para estar bien con los demás empieces por hacerte estas preguntas:
- ¿Qué está pasando? (qué observas, cuál es la situación)
- ¿Qué sientes? (la emoción básica)
- ¿Qué necesitas? (o qué te gustaría que pasara)
(Lo explico en más detalle en la guía 10 Claves Para Sentirte Bien Contigo Mismo que regalo al suscribirte al blog. La puedes descargar aquí)
Por ejemplo yo a veces me olvido de llevar los plásticos a reciclar, y es parte del trato con mi pareja. Es un poco desastroso porque cuando las bolsas se quedan esperando en la terraza a que yo las saque no pasa un día, sino 3 ó 4.
Mi pareja, al ver lo que hago, puede saber lo que siente, qué necesita… todo eso, pero hasta que no me pida algo concreto nada bueno pasará para él – ni para los plásticos.
Así que un cuarto paso que viene de forma natural para enriquecer las relaciones es pedir.
Pedir es sano, además el otro siempre puede decir que no o negociar. El problema es cuando lo hacemos de alguna de estas maneras.
Errores que cometemos al pedir
1. Pedir de forma poco concreta
Cuando usas frases ambiguas o con peticiones muy generales es más difícil que los demás te entiendan.
Con frases como: “quiero sentirme querida”, “necesito compartir la responsabilidad de la casa” o “déjame ser yo mismo” el otro lo puede pensar: “¿Qué demonios significa eso?”.
O interpretarlo a su manera.
La pregunta que te puedes hacer es ¿qué te gustaría que hicieran los demás para que tú te sientas querida? ¿Quieres que tus amigos te llamen más a menudo o que tu pareja te pregunte antes de cambiar el canal de la tele? Estos son hechos específicos.
La gente suele decir que le cuesta concretar, que más que un hecho es un sentimiento pero si tú no sabes qué es lo quieres en concreto… menos lo va saber el otro.
2. Pedir en negativo
“No dejes la ropa tirada por el suelo” – parece que es una de las frases más repetidas por los padres, ¿no? Yo sí tuve mi época desordenada cuando era adolescente.
Para el padre debe ser obvio lo que pide, sobre todo si ya lo ha hecho varias veces, pero para el hijo es más confuso escuchar lo que no tiene que hacer en lugar de lo que sí tiene que hacer. Además las peticiones negativas crean resistencia y el otro se suele poner a la defensiva. Parece ser que recibimos mucho mejor las peticiones en afirmativo tipo: “cuando te quites la ropa dóblala y ponla en la silla”.
Cuando yo me pillo diciendo a alguien: “no hagas esto o no hagas lo otro” me recuerdo que es mejor parar y buscar lo que sí deseo que el otro haga.
3. Exigir
¡Mi favorito de esta lista! ¿Por qué? porque muchas veces exigimos sin ni siquiera darnos cuenta. Estás exigiendo en vez de pedir cuando reaccionas de alguna de estas maneras si el otro te dice “no”:
- Le criticas
- Te enfadas
- Le haces sentir culpable
¿Pero cómo pararlo antes de hacerlo? Dice Marshall B. Rosenberg en su libro Comunicación No Violenta que puedes darte cuenta de que vas a exigir si antes de hacer tu petición piensas cosas como:
- “Él debería haber supuesto que tenía que dejarlo todo limpio”
- Ella tendría que hacer lo que le pido
- Me merezco que me echen una mano
- Tengo motivos para querer que se queden hasta tarde
- Tengo derecho al descanso
Para salir de la exigencia sirve ponerte en lugar del otro cuando te dice “no” e intentar entender sus razones. Mira esta tira del libro, es muy gráfica:
4. No decir para qué lo pides
Hay estudios que demuestran que las personas aceptamos más las peticiones de los demás si sabemos por qué nos lo piden.
Imagina que estás haciendo cola en el control de seguridad del aeropuerto, a punto de perder el avión. Parece ser que si les dices a los pasajeros que van delante de ti: “Perdón, tengo prisa, voy a perder el avión ¿me dejan pasar?” tienes menos posibilidades de lograrlo que si dices: “Perdón, tengo prisa, voy a perder el avión y es muy importante que lo coja porque tengo una reunión crucial para mi empresa, ¿me dejan pasar?”
Esto te aseguro que es así, no lo he comprobado en el aeropuerto (¡aún!) pero sí en otras situaciones: hay algo en el hecho de abrir el corazón a los demás que les ayuda a empatizar y abrirse al diálogo.
Y tú, ¿te has encontrado en alguna de estas situaciones? ¿Tienes alguna otra idea sobre cómo podemos pedir mejor? Por favor compártelo en los comentarios más abajo. Como siempre, me gusta mucho saberlo y, además, con tu opinión puedes darnos un poco más de luz sobre este tema.
Con cariño