“Este año voy a pasar las Navidades con mis amigos. Paso de las cenas en familia y del jaleo que se monta”, dice mi peluquero mientras me corta el pelo con delicadeza exquisita.

No es la primera persona a quien oigo decir que las fiestas de Navidad son una pesadez. Lo he escuchado en el gimnasio, en las reuniones con amigos y haciendo cola en la tienda de mi barrio.

“¿Qué ha pasado con el espíritu navideño de paz y amor?”, me pregunto de forma ingenua. “¿Es que no podemos pasarlo bien con la familia una vez al año?”.

¿Te pasa algo parecido a ti? ¿Se te reblandece el corazón en estas fechas, o más bien no te apetecen nada?

Cuando las reuniones de familia son incómodas

A veces, cuando nos juntamos con la familia a comer o a cenar, aparecen situaciones incómodas que todos conocemos: discusiones por temas que pueden parecer tontos, diferencias de opinión con los suegros, conversaciones soporíferas con personas a quien apenas vemos el resto del año… ¿Alguna de ellas te resuena?

El problema no es que se repitan estas situaciones sino la incomodidad que nos producen, porque estamos metidos en ellas o porque somos espectadores.

Algunos de mis clientes vuelven a la consulta después de las fiestas más enfadados o más tristes. Han vivido estas escenas y han sentido la misma impotencia de cada año: no han sabido o no han podido reaccionar de una forma que les ayudara a sentirse mejor.

Vaya un panorama, ¿verdad?

En este artículo comparto contigo algunas estrategias que a mí me han ayudado y que quizá puedan resultarte útiles este año.

Antes de nada, para que entiendas mejor la idea de este artículo, te contaré algo que yo hacía de pequeña.

Quería arreglar todos los problemas

Cuando tenía 6 años me regalaron un disfraz de hada madrina, con su faldita de tul azul y la varita mágica con estrella dorada en la punta.

Una noche me lo puse todo, gorro incluido, y me fui a la habitación de mi hermano pequeño. Estaba tan nerviosa que casi no podía respirar. Con la luz apagada entré en su habitación, me acerqué a su cama y le dije: “soy tu hada madrina y vengo a concederte un deseo”.

Mi hermano abrió los ojos como platos, estuvo en silencio durante un momento y, al poco rato, me pidió su deseo. ¡Había logrado que creyera en el poder de las hadas! Estaba segura de que mi hermano pequeño dormiría mejor esa noche, porque las hadas existían.

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(Un vestido muy parecido al que me ponía yo)

Me gustó tanto jugar a concederle deseos que cada noche, durante unas semanas, hice lo mismo. Los dos lo pasamos muy bien (según me dijo años después), pero lo que más recuerdo de ese juego era mi afán de mejorar el pequeño mundo de mi hermano.

Después crecí, y ese deseo creció conmigo.

La realidad de la familia

Yo todavía deseaba que el mundo fuera un buen lugar para todos.

Por ejemplo, llegaba a las reuniones de Navidad esperando que nos lleváramos bien entre todos, o que nos organizáramos con la comida y los regalos sin discutir. En fin, que nos sintiéramos cómodos, queridos y entendidos.

Adivina qué pasó: que a veces nos llevábamos bien, pero otras no tanto…

Sin embargo, algunas cosas se aclararon:

  • Me empecé a dar cuenta de que cada persona actuaba de manera diferente a como yo esperaba. ¡Por supuesto! Cada uno de nosotros llegábamos a las reuniones con nuestras manías y deseos porque así es como éramos, tanto esos días como el resto del año.
  • Y además llegué a una conclusión sorprendente: en el fondo, la mayoría de las personas queríamos lo mismo, pasar la reunión de la mejor manera posible.
  • La clave – me dije –  es que cada persona se encontraba de un humor diferente y, quizá, pasando por un momento vital particular. Cada uno hacía lo que elegía, sabía o podía hacer en ese momento.

Conclusiones para pasártelo mejor

En fin, recordé que las personas tenemos tendencia a comportarnos y relacionarnos con los demás de un modo fijo, da igual la época del año que sea, y que pasamos por circunstancias vitales diferentes que los otros no siempre conocen o comprenden.

Pretender que la comida fuera un momento de paz y amor, que todos nos sintiéramos bien y fuéramos amables o alegres por unas horas era una expectativa poco realista, ¿no crees?

Con los años he reflexionado sobre estos encuentros, seguramente igual que tú. Estas son algunas conclusiones a las que he llegado y que me permiten pasarlo bien en Navidad. Mira a ver si alguna te gusta:

1. Reduce tus expectativas, las personas son como son, en esa cena y durante resto del año

2. Saborea la comida, porque seguro que habrá platos deliciosos que no probarás en bastante tiempo

3. Fluye con lo que haya. O como diría Bruce Lee, “be water, my friend”. (Si no hay turrón de chocolate, cómpralo tú)

4. Si tienes asuntos pendientes con alguna persona, trátalos antes de sentarte en la mesa (y si no, no los menciones)

5. Llevarte bien con todo el mundo no es obligatorio. Mientras seas amable puedes expresar lo que piensas

6. No exijas a los demás que sean como tú quieres

7. Deja a la gente en paz

8. Si puedes, mándales amor (porque todos tenemos una herida)

9. Cuando sientas algo intenso, da igual el qué, pon la atención en tu respiración durante 10 segundos

10. Márchate cuando lo necesites (no te quedes si no te apetece, por favor)

11. Fíjate en lo bueno: (casi) siempre lo hay

Y si no lo logras…

Recuerda que siempre puedes elegir. Aunque suene duro, estás en esa reunión familiar porque quieres. Eres libre de ir o no, a pesar de que a alguien no le guste. La libertad de elegir es nuestro derecho personal y debemos preservarlo como oro en paño.

Yo sigo aprendiendo cada año. Cada Navidad es una oportunidad para reflexionar, y este año quería volver a compartirla conmigo.

Porque, en realidad, sigo deseando lo mismo que cuando era pequeña y me ponía el disfraz de hada por las noches: Ojalá todos estemos bien, ojalá seamos felices.

Tu turno

¿Te gustan las fiestas de Navidad o se te hacen pesadas? ¿Cómo lo haces tú para llevarlas bien? Si tienes alguna idea para compartir o ayudarnos a los demás en estas fiestas cuéntanoslo más abajo, en los comentarios.

Con cariño,
nombre

 

(La versión original de este artículo fue publicada en diciembre de 2013)